Como todos los años, en diciembre pasado dediqué unos minutos a pensar en mis propósitos para el 2024. Al igual que la mayoría de las personas, incluí los más populares sobre la salud (dieta) y el deporte. Asimismo, añadí algunos asociados a mi trabajo y relaciones personales. Sin embargo, este año consideré, por primera vez, implementar medidas para mejorar mi paz mental. Si bien he pensado en algunas actividades que podrían coadyuvar a cumplir esta meta al reducir el estrés y la aprehensión de las que suelo ser víctima, también estoy consciente de que vivir en México dificulta enormemente esta tarea.
Desde hace varios años, quienes vivimos en este país nos hemos ido acostumbrando a mayores niveles de violencia. Sin darnos cuenta, constantemente estamos alertas para cuidar nuestras pertenencias y, en general, nuestra integridad, ya sea que nos movamos en el transporte público o privado, que caminemos por la calle o incluso cuando nos encontramos al interior de nuestros hogares. Los periódicos están inundados de casos de extorsión, violación, desaparición, secuestro, corrupción y otros tantos que nos recuerdan a diario todos los peligros a los que estamos expuestos.
Igualmente, es inevitable pensar en el dolor de las víctimas en todos los casos anteriores y en el de sus familias cuando el resultado es la muerte o la desaparición. El desconsuelo es mayor cuando los involucrados son niñas, niños y jóvenes, como en el caso reciente de los cinco estudiantes asesinados en Celaya y la masacre de 11 jóvenes en una posada en Salvatierra, ambos en Guanajuato. Muy seguido me pregunto ¿cómo se evita la angustia cuando este es el contexto en el que vivimos?
Hay una parte de mi que quiere pensar que las elecciones del próximo 2 de junio representan una oportunidad para que las cosas cambien, para que las y los mexicanos vivamos con mejores condiciones económicas y sociales. No obstante, las preferencias en las encuestas muestran la “continuidad” del proyecto de Morena, de la mano de Claudia Sheinbaum, a la delantera. Esto se traduce en que, al momento, la mayoría en México está de acuerdo o conforme con que se mantenga el manejo desaseado, poco efectivo y la profundización de varios de los problemas que nos aquejan.
Cuesta trabajo entender cómo la candidata se enorgullece y sonríe cada que habla de la continuidad de la denominada 4T. Si bien es normal que no ataque al presidente en turno, dada su cercanía partidista, ideológica y profesional, es inconcebible que no vea o no quiera aceptar mínimamente que existen múltiples áreas de mejora (por no decir urgencia) en la atención de diversos temas. Resulta indignante que se deje ver satisfecha con el rumbo del país y la forma en la que se está comprometiendo el futuro de las siguientes generaciones.
Si bien su equipo “en corto” hace esfuerzos por presentarla como una mujer “de ciencia”, menos radical y más conciliadora, ella en público se ocupa de desmentirlos, al repetir una y otra vez que lo único que pretende es profundizar el gran proyecto que es la 4T (sobra decir que en México son contadas las personas que realmente comprenden lo que ello significa).
También es cierto que la elección no está decidida y eso es algo que se tiene que enfatizar. Expertos en el levantamiento y análisis de encuestas han repetido una y otra vez que la ventaja entre Sheinbaum y la segunda candidata, Xochitl Gálvez, es reversible. Muestra de ello fue la elección de Samuel García para gobernador de Nuevo León en 2021. De la mano de Movimiento Ciudadano, el actual gobernador logró revertir en pocos meses la amplia ventaja que Clara Luz Flores (Morena) tenía en las encuestas.
Es claro que si llegara a ganar la oposición habría un rompimiento con el régimen actual. No obstante, tras haber vivido varios ciclos de elecciones acompañados de desilusiones, sería ingenuo pensar que la llegada de la oposición podría lograr, en un periodo de seis años, hacer algo más que contener la erosión institucional, el avance de la militarización y el deterioro democrático.
Desafortunadamente, este escenario no es propicio para cumplir mi propósito para el 2024, pues este año estará marcado por una férrea lucha electoral que, al día de hoy, ya ha cobrado la vida de cuatro precandidatos. Me pregunto cuándo llegará ese momento en el que las y los mexicanos tengamos la tranquilidad, estabilidad y paz mental que tanto añoramos. ¿Será en el 2025, en el 2026 o 2027? ¿Nos alcanzará la vida para ver un mejor país o estaré todavía a tiempo para olvidar de tajo ese iluso propósito?