Inclusión

Columnas de opinión

  • Es nuestra responsabilidad como sociedad asegurar que quienes sostienen el bienestar de innumerables hogares gocen de los mismos derechos y la misma dignidad que cualquier otra persona trabajadora.

  • Tal vez la clave no está en eliminar el deseo de lujo, sino en redefinirlo. ¿Y si el verdadero lujo no estuviera en lo que cuesta un producto, sino en cómo se produce? ¿Y si comenzamos a asociar el valor con la ética laboral y el prestigio con la justicia social?

  • A pesar de la creciente participación de las mujeres en los procesos migratorios, persiste su invisibilización como personas autónomas y que toman decisiones a lo largo de estos procesos. Esta situación se sustenta en prejuicios, normas y prácticas que perpetúan la discriminación y la subordinación de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, profundizando las desigualdades.

  • Para que la reforma a la Ley Federal del Trabajo sobre plataformas digitales sea verdaderamente justa e inclusiva no basta con reconocer la relación laboral; es imperativo garantizar que las mujeres puedan ejercer plenamente sus derechos, acceder a la seguridad social y trabajar en un entorno libre de violencia.

  • Para que los Centros de Educación y Cuidado Infantil tengan un impacto real en la vida de las mujeres trabajadoras deben formar parte de una estrategia más amplia que incluya trabajo digno, acceso a seguridad social y políticas que prevengan la explotación y la discriminación en el empleo.

  • La ausencia de una estructura y red de cuidados pública, aunada a la carga mental y física de las cuidadoras como únicas responsables de las actividades, genera una profunda desigualdad para el desarrollo y autocuidado de las mujeres.

  • La desaparición del Coneval, que podría parecer un ahorro a simple vista, en realidad se traduciría en que la política de desarrollo social sea menos eficiente, los miles de millones de pesos que se le destinan cada año se desperdicien y se beneficie a menos personas.

  • El tiempo libre semanal que una persona debería tener son 44 horas. Sin embargo, muy pocas lo tienen. Y es que el 66.3 % de la población en México sufre pobreza de tiempo, por lo que no puede dedicarse a actividades de ocio, autocuidado, participación política, entre otras.